viernes, 18 de octubre de 2013

Reformas Hacendaria y Energética. El oxígeno de la oposición aparente.

Roberto Mendoza


A estas alturas queda muy claro que el acuerdo que representa el Pacto por México ha sido, políticamente, un éxito para el Gobierno Federal, pero desafortunado para los partidos políticos de “oposición” que lo firmaron. Para Peña Nieto y el PRI la firma del pacto les significa un estandarte, un logro a presumir por su alta capacidad política para conciliar intereses, cosa que ni su antecesor ni el partido antes en el poder estuvieron cerca de lograr (véase http://animalpolitick.blogspot.mx/2013_06_01_archive.html). Esto, como ellos lo presentan, es una muestra de que sí saben gobernar y por lo tanto era necesario su regreso a la Presidencia para sacar las reformas estructurales que durante 12 años fueron bloqueadas. El pacto para el PRI, que no para los mexicanos, ha sido una gran estrategia. No obstante, para los partidos políticos de oposición la cuestión es muy distinta.

El PAN y el PRD por más que quieran presentar su anexión al pacto como evidencia de su madurez política exhibiendose el primero, como “un buen perdedor” y “consecuente opositor” y, el segundo, como “la izquierda moderna que México necesita”, la verdad es que el pacto ha mermado su lugar como oposición real, dejando de ser el contrapeso necesario de las políticas impulsadas por el Gobierno Federal. Hoy en día, estas agrupaciones cumplen la función de “partidos satélites” al estilo del viejo régimen de partido hegemónico en el cual la oposición era una mera simulación. Por supuesto que hay matices, el más importante de ellos es que, a diferencia del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y del Partido Popular Socialista, ahora los partidos satélites no le rinden servicio al régimen príista-presidencial sino a los intereses oligarcas del neoliberalismo, es decir, el mismo PRI es ya también una mera herramienta de los intereses imperialistas y eso no hay que olvidarlo.

La aparente pluralidad política que hoy tenemos se resume solamente en la mera estética, en el color de la insignia partidista mas no en el proyecto político que representa y defiende cada partido. Como consecuencia la legitimidad política, legitimidad de existencia, del PAN y el PRD está en duda. Esto lo sabe muy bien el PRI y la oligarquía y sabe también que no es conveniente para la sustentabilidad del régimen el hecho de que la oposición exprese la imagen de estar totalmente cooptada. “A la ciudadanía siempre se le debe de hacer creer que hay otras opciones, aunque esas otras opciones sean lo mismo”. Por ello la reforma hacendaria y la reforma energética son la oportunidad clave de exaltar la vigencia de las otras opciones.

El PAN se ha intentado reivindicar como el defensor de las clases medias al oponerse a los nuevos gravámenes que postula la iniciativa hacendaria peñista lanzándose declarativamente en contra del intento por “cobrarles más a los que siempre pagan”. La reforma hacendaría es el oxígeno que necesitaba el PAN para desmarcarse aparentemente de la cooptación política a la que se sometió. Esta oposición, sin embargo, es una oposición controlada, pues la correlación de fuerzas en el legislativo le permite al régimen que un partido mayor se “oponga” a una de sus iniciativas por tener al otro partido mayor, al PRD en este caso, cumpliendo el roll de respaldo. Así “todos ganan” –menos la ciudadanía- la reforma es aprobada, el partido que denuncia rescata su legitimidad de existencia y el pacto permanece sin haber rupturas reales. 

   
Para el PRD la oportunidad de refrendar su legitimidad de existencia se dará en la discusión de la reforma energética. El PAN está más que interesado en la aprobación de esta reforma como lo está el propio PRI. Para acción nacional su posición a favor no representa ninguna contradicción pues desde siempre este partido ha buscado permitir la intervención privada en la industria petrolera pero no es lo mismo en el caso del PRD. Los “chuchos” entienden muy bien que si respaldan completamente la reforma energética tal cual la propone Peña le costará perder cualquier sentido de legitimidad. El apoyar de por sí, la reforma educativa, hacendaria, de telecomunicaciones y laboral, lo ha desgastado y puesto en entre dicho su sentido popular, de hacer lo mismo con la reforma energética sería cavar definitivamente su propia tumba. Por eso se han adelantado a definirse en contra de la propuesta y empujar acciones “en defensa del petróleo” aunque en los hechos su plan de oposición está pensado a partir de la idea de que la reforma será aprobada. El PRD no se plantea defender verdaderamente el petróleo sólo manejar el discurso de que lo está haciendo. De nueva cuenta, la correlación de fuerzas en los congresos se lo permite, al momento de la discusión de la reforma y su votación el PRD podrá votar en contra. El régimen lo sabe y lo permitirá, pues su apoyo serán los votos del PAN. Y así, de nueva cuenta, "todos ganan". 

Con todo esto. ¿Aún hay duda de que necesitamos una oposición real?

La oposición política en México se ha desdibujado, se ha cancelado, necesitamos una nueva organización política que recupere el sentido de defender un proyecto alternativo de Nación, sin ser comparsas de las élites políticas y empresariales, afortunadamente ese paso ya se está dando y se ha avanzado, sin embargo, requiere tiempo, es un proyecto a largo plazo que rendirá frutos en su momento, pero para que se materialice verdaderamente es indispensable no replicar los errores del antes partido de izquierda, que colocó los cargos por encima de la Nación. 

Hoy por hoy, a la par de la construcción de una organización política digna, está la defensa de nuestra soberanía desde la calles. Las dos cuestiones van de la mano y requieren de algo fundamental en la nueva política que necesita nuestro país: honestidad.   


No estamos para simulaciones, no estamos para apariencias ni para demagogia, no estamos para mentiras. Es momento de ser congruentes, de regenerar la Nación, y eso únicamente se puede realizar si tenemos muy en claro que la patria no se vende, la patria se defiende. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

El petróleo. Voluntad Política y Nacionalismo

Roberto Mendoza

Para el nuevo orden mundial globalizador, dominado por los intereses de los grandes consorcios internacionales, la voluntad política y el nacionalismo, son dos cuestiones que resultan estorbosas para su expansión y ponen en riesgo su voracidad. No por nada, es la desaparición de las expresiones culturales locales de cada Nación y la inserción de modos de actuar y pensar sin arraigo identitario propio, lo que, según ellos, determina cuándo un país está en los cánones de la modernidad y el progreso.

Para la doctrina globalizadora e imperialista, el impulso y esfuerzo nacional nunca podrá estar al nivel de las supuestas necesidades propias de los pueblos y, en consecuencia, siempre hará falta la entrada de los grandes emporios internacionales para “modernizar” y llevar al “primer mundo” a cualquier país. Pero, para la doctrina globalizadora, la cuestión del desapego identitario de los pueblos, por ser una cuestión a largo plazo, incompatible con la prisa de la acumulación de la riqueza, aunque esencial, nunca será suficiente. Sin duda, la llave para poder lograr la intromisión “pacífica” de las corporaciones a los países y succionar el patrimonio de los pueblos, es la manipulación de los gobiernos de cada nación.

En los Estados en los cuales el poder internacional tiene interés por apoderarse de los recursos y riquezas locales, debe de haber un gobierno sin voluntad política. El gobierno idóneo para las corporaciones es aquel que se mantiene alejado de las verdaderas necesidades de su población y está atento, como buen servidor, a las demandas internacionales. Claro está, que para lograr conjugar un gobierno así, las mismas corporaciones se aseguran de que sean partidos políticos y personajes con ese perfil los que lleguen a los puestos de dirección nacional, cercando a las opciones que les resultan incómodas. Y si en dado caso éstas logran llegar al poder, los globalizadores, hacen uso de la manipulación mediática y la desinformación para operar golpes de Estado o, en casos extremos, declararles la guerra por ser regímenes “no democráticos”.

Desde hace ya más de tres décadas está doctrina avasalladora se ha echado a andar en nuestro país. En México, los conceptos de modernidad y democracia se han traducido en pérdida de la identidad nacional e imposición de gobiernos pro imperialistas. Llevamos más de treinta años padeciendo administraciones que impulsan la política de la privatización de todos los derechos sociales (educación, salud, seguridad, trabajo) y de introducción de modos de pensamiento ajenos a los intereses nacionales. Las empresas antes estatales ahora le pertenecen a los emporios extranjeros: los bancos, las minas, las carreteras; son propiedad de Estados Unidos, Canadá, Japón… y lamentablemente en el caso en que son de consorcios nacionales no hay diferencia, los mexicanos tenemos que agradecer las migajas y los malos tratos que recibimos de los “grandes inversionistas”. Pero todavía quieren más: el petróleo de nuestro país.

Hoy, de nueva cuenta, estamos ante una intentona privatizadora del petróleo. El gobierno actual, impulsado por los intereses trasnacionales, se propone hacer de nuestra más grande y cercana victoria, un estorbo. EPN pretende ejercer la doctrina globalizadora con su reforma a los artículos 27 y 28 constitucionales. Nos dice que somos ineptos, que necesitamos de las transnacionales para avanzar, nos dice que necesitamos de más petróleo, que nosotros no podemos solos. Nos asegura que defender el petróleo como un bien nacional es un “lastre ideológico” del que necesitamos despojarnos para “modernizarnos”. Nos asegura que es cuestión de meses para que PEMEX decaiga en su producción y que necesitamos de los extranjeros para que no padezcamos los errores de ser nacionalistas.

Pero la verdad es que los gobiernos neoliberales se han encargado de devastar a la industria petrolera nacional viéndola como una productora de riquezas personales. Estos gobiernos han sido títeres de los intereses internacionales, gracias a ellos, las empresas trasnacionales cada vez van ganando más terreno en nuestro país. Con más de 60 millones de mexicanos en situación de pobreza para ellos México no está padeciendo el modelo económico que pregonan y aplican desde los 80, sino los malos acomodos de los mexicanos que no se superan. Creen que el mejor ejemplo de que sí se puede vivir bien en esta economía es Carlos Slim pues en él se conjugan la más grande riqueza concentrada del mundo y la nacionalidad mexicana.

Pero no. Están equivocados. Nuestro país no necesita más bocados de neoliberalismo ni más intromisión extranjera. Nuestro país requiere reivindicar el amor a la patria y la defensa de nuestra soberanía. Desafortunadamente sabemos que en el gobierno no hay voluntad política, lo único que existe en su cabeza es la obediencia. No al pueblo. No a la Nación. Únicamente a los apetitos exteriores. Los mismos que de nuevo quieren nuestro petróleo.

Pero, a pesar de todo, tras no pocos intentos privatizadores, el petróleo se ha mantenido en manos de la Nación gracias a la lucha del pueblo que lo hizo suyo desde 1938. La razón es que la expropiación del petróleo declarada el 18 de marzo y ratificada con esfuerzo y valentía en los años posteriores, significó una gran victoria Nacional donde se conjuraron el espíritu nacionalista de los mexicanos y la voluntad política de un gobierno nacional.

El Estado, después de haberse apropiado de los recursos naturales y haber declarado la exclusividad en la producción, generación y distribución del “oro negro” a finales de los años 30s del siglo pasado (voluntad política), sabía que se enfrentaría a un escenario altamente complicado para mantener la industria petrolera, no obstante, también sabía que lo único que podía superar el rocoso camino al que se enfrentaba era “un respaldo moral y material suficiente” de la Nación entera (nacionalismo). Y así fue, los obreros defendieron la decisión en las calles y pusieron todo su esfuerzo para que, operativamente, las instalaciones, ahora nacionales, no se oxidaran con el mar de la ineptitud. Por su parte la sociedad asistió masivamente a apoyar económicamente con lo poco o mucho que tenía para poder pagar la indemnización a las empresas expropiadas.

Gracias a ello el petróleo se mantuvo en manos de los mexicanos con el apoyo y respaldo del gobierno, del IPN, de la UNAM, de los obreros, de la sociedad en general. Como pocas veces, un pueblo confiaba en su gobierno y el gobierno no lo traicionó. Petróleos Mexicanos no sólo subsistió sino que se convirtió en una empresa poderosa internacionalmente, y todo hecho exclusivamente con manos mexicanas. ¿Quieren que nos olvidemos tan fácilmente de una victoria como esa?

Lo único que echará abajo el intento de despojarnos de nuestro suelo patrio es el impulso de la memoria histórica, del nacionalismo que nos ha dado vida y nos ha conformado como país. Es la reivindicación de nuestros principios históricos: Independencia, reforma, democracia, tierra y libertad; la senda hacia el camino del verdadero progreso. Ellos quieren desdibujar el sentido y origen histórico de los diferentes pueblos, de sus luchas y logros, dejando al olvido que una Nación puede construir con su esfuerzo y sacrificio un futuro digno. Nosotros tenemos que confrontarlos con identidad y esfuerzo conjunto.

Para los nuevos colonialistas debemos de ser los nuevos independentistas, para los nuevos maximilianos debemos de ser los nuevos juaristas, para los nuevos porfiristas debemos de aparecer los nuevos maderos, los nuevos villas, los nuevos zapatas, los nuevos magones, las nuevas adelitas.

Para los que quieren hacer de nuestra patria un recuerdo imaginario y detenerla en el presente, para el nuevo orden mundial globalizador, necesitamos ser el Movimiento de Regeneración Nacional.