Roberto Mendoza
A
estas alturas queda muy claro que el acuerdo que representa el Pacto por México
ha sido, políticamente, un éxito para el Gobierno Federal, pero desafortunado
para los partidos políticos de “oposición” que lo firmaron. Para Peña Nieto y
el PRI la firma del pacto les significa un estandarte, un logro a presumir por
su alta capacidad política para conciliar intereses, cosa que ni su antecesor
ni el partido antes en el poder estuvieron cerca de lograr (véase http://animalpolitick.blogspot.mx/2013_06_01_archive.html). Esto,
como ellos lo presentan, es una muestra de que sí saben gobernar y por lo tanto
era necesario su regreso a la Presidencia para sacar las reformas estructurales
que durante 12 años fueron bloqueadas. El pacto para el PRI, que no para los
mexicanos, ha sido una gran estrategia. No obstante, para los partidos
políticos de oposición la cuestión es muy distinta.
El
PAN y el PRD por más que quieran presentar su anexión al pacto como evidencia
de su madurez política exhibiendose el primero, como “un buen
perdedor” y “consecuente opositor” y, el segundo, como “la izquierda moderna
que México necesita”, la verdad es que el pacto ha mermado su lugar como
oposición real, dejando de ser el contrapeso necesario de las políticas
impulsadas por el Gobierno Federal. Hoy en día, estas agrupaciones cumplen la
función de “partidos satélites” al estilo del viejo régimen de partido
hegemónico en el cual la oposición era una mera simulación. Por supuesto que
hay matices, el más importante de ellos es que, a diferencia del Partido
Auténtico de la Revolución Mexicana y del Partido Popular Socialista, ahora los
partidos satélites no le rinden servicio al régimen príista-presidencial sino a
los intereses oligarcas del neoliberalismo, es decir, el mismo PRI es ya
también una mera herramienta de los intereses imperialistas y eso no hay que
olvidarlo.
La aparente pluralidad política que hoy tenemos se resume solamente en la mera estética, en el color de la insignia partidista mas no en el proyecto político que representa y defiende cada partido. Como consecuencia la legitimidad política, legitimidad de existencia, del PAN y el PRD está en duda. Esto lo sabe muy bien el PRI y la oligarquía y sabe también que no es conveniente para la sustentabilidad del régimen el hecho de que la oposición exprese la imagen de estar totalmente cooptada. “A la ciudadanía siempre se le debe de hacer creer que hay otras opciones, aunque esas otras opciones sean lo mismo”. Por ello la reforma hacendaria y la reforma energética son la oportunidad clave de exaltar la vigencia de las otras opciones.
El PAN se ha intentado reivindicar como el defensor de las clases medias al oponerse a los nuevos gravámenes que postula la iniciativa hacendaria peñista lanzándose declarativamente en contra del intento por “cobrarles más a los que siempre pagan”. La reforma hacendaría es el oxígeno que necesitaba el PAN para desmarcarse aparentemente de la cooptación política a la que se sometió. Esta oposición, sin embargo, es una oposición controlada, pues la correlación de fuerzas en el legislativo le permite al régimen que un partido mayor se “oponga” a una de sus iniciativas por tener al otro partido mayor, al PRD en este caso, cumpliendo el roll de respaldo. Así “todos ganan” –menos la ciudadanía- la reforma es aprobada, el partido que denuncia rescata su legitimidad de existencia y el pacto permanece sin haber rupturas reales.
La aparente pluralidad política que hoy tenemos se resume solamente en la mera estética, en el color de la insignia partidista mas no en el proyecto político que representa y defiende cada partido. Como consecuencia la legitimidad política, legitimidad de existencia, del PAN y el PRD está en duda. Esto lo sabe muy bien el PRI y la oligarquía y sabe también que no es conveniente para la sustentabilidad del régimen el hecho de que la oposición exprese la imagen de estar totalmente cooptada. “A la ciudadanía siempre se le debe de hacer creer que hay otras opciones, aunque esas otras opciones sean lo mismo”. Por ello la reforma hacendaria y la reforma energética son la oportunidad clave de exaltar la vigencia de las otras opciones.
El PAN se ha intentado reivindicar como el defensor de las clases medias al oponerse a los nuevos gravámenes que postula la iniciativa hacendaria peñista lanzándose declarativamente en contra del intento por “cobrarles más a los que siempre pagan”. La reforma hacendaría es el oxígeno que necesitaba el PAN para desmarcarse aparentemente de la cooptación política a la que se sometió. Esta oposición, sin embargo, es una oposición controlada, pues la correlación de fuerzas en el legislativo le permite al régimen que un partido mayor se “oponga” a una de sus iniciativas por tener al otro partido mayor, al PRD en este caso, cumpliendo el roll de respaldo. Así “todos ganan” –menos la ciudadanía- la reforma es aprobada, el partido que denuncia rescata su legitimidad de existencia y el pacto permanece sin haber rupturas reales.
Para
el PRD la oportunidad de refrendar su legitimidad de existencia se dará en la
discusión de la reforma energética. El PAN está más que interesado en la
aprobación de esta reforma como lo está el propio PRI. Para acción nacional su
posición a favor no representa ninguna contradicción pues desde siempre este
partido ha buscado permitir la intervención privada en la industria petrolera
pero no es lo mismo en el caso del PRD. Los “chuchos” entienden muy bien que si
respaldan completamente la reforma energética tal cual la propone Peña le
costará perder cualquier sentido de legitimidad. El apoyar de por sí, la
reforma educativa, hacendaria, de telecomunicaciones y laboral, lo ha
desgastado y puesto en entre dicho su sentido popular, de hacer lo mismo con la
reforma energética sería cavar definitivamente su propia tumba. Por eso se han
adelantado a definirse en contra de la propuesta y empujar acciones “en
defensa del petróleo” aunque en los hechos su plan de oposición está pensado a
partir de la idea de que la reforma será aprobada. El PRD no se plantea
defender verdaderamente el petróleo sólo manejar el discurso de que lo está
haciendo. De nueva cuenta, la correlación de fuerzas en los
congresos se lo permite, al momento de la discusión de la reforma y su
votación el PRD podrá votar en contra. El régimen lo sabe y lo permitirá, pues
su apoyo serán los votos del PAN. Y así, de nueva cuenta, "todos
ganan".
Con
todo esto. ¿Aún hay duda de que necesitamos una oposición real?
La
oposición política en México se ha desdibujado, se ha cancelado, necesitamos
una nueva organización política que recupere el sentido de defender un proyecto
alternativo de Nación, sin ser comparsas de las élites políticas y
empresariales, afortunadamente ese paso ya se está dando y se ha avanzado, sin
embargo, requiere tiempo, es un proyecto a largo plazo que rendirá frutos en su
momento, pero para que se materialice verdaderamente es indispensable no
replicar los errores del antes partido de izquierda, que colocó los cargos por
encima de la Nación.
Hoy
por hoy, a la par de la construcción de una organización política digna, está
la defensa de nuestra soberanía desde la calles. Las dos cuestiones van de la
mano y requieren de algo fundamental en la nueva política que necesita nuestro
país: honestidad.
No
estamos para simulaciones, no estamos para apariencias ni para
demagogia, no estamos para mentiras. Es momento de ser congruentes, de
regenerar la Nación, y eso únicamente se puede realizar si tenemos muy en claro
que la patria no se vende, la patria se defiende.